Perdí todos mis videos de Nueva York
Imagínate que planeas uno de los viajes de tus sueños acompañada de tu bici, que piensas en los detalles, en inmortalizar cada experiencia para compartir y motivar a más gente a lograrlo.
Que por fin llega el gran día, viajas, grabas, planeas, organizas y buscas resguardar tus videos, pero un día, pum, te das cuenta que tu memoria se estropeó y pierdes todo…
Les escribo este post muchas semanas después de haber viajado a Nueva York con mi bici y de haber asimilado mi trágica experiencia de haber perdido casi todos los videos que grabé durante mi estancia y que, con un montón de ilusión, planeaba compartir en mi canal de YouTube.
Los sufrí, lo lloré, lo volví a lamentar y luego me resigné en la idea de que “de los mejores momentos no hay fotos ni videos”, así que por este valioso medio me encantará rescatar lo poco que hay en mis memorias digitales y en mi memoria mental, porque tengo muchas cosas que platicarles.
Y la pregunta del millón ¿cómo pasó?
Se los compartiré por si alguna de las cosas que pudieron haber arruinado mi disco ustedes las pueden evitar.
Les cuento que trato de adelantarme a los posibles escenarios, pero soy humana y no puedo tener control de todo.
La mayor parte de las veces que viajo llevo una computadora, pero esta vez decidí no hacerlo, así que pensé en que quizá me resultaría muy caro subir con los datos del celular el contenido a la nube, en descargar cada día las memorias por si alguna se perdía, dañaba o lo que fuera.
Así que compré un disco duro de cuatro terabytes marca ADATA, suficiente para almacenar contenido en 4k, le adapté un cable con el que hacía las descargas directamente desde la cámara. Todo bien los primeros días de viaje y grabaciones.
Y los últimos dos días de mi viaje, oh oh… la memoria no daba señales de vida. Lo primero que pensé: el cable se dañó, no pasa nada, se reemplaza. Intenté con otro y nada, conseguí una compu para probar directo y tampoco.
Entonces comenzaron los nervios, el estrés y la incertidumbre de saber qué sucedía y si todo mi material estaba a salvo.
Llegué a México y lo primero que hice ya en casa fue probar de todas las formas. Nada.
Busqué mucha información, leí a algunos expertos en el tema y decidí llevarlo a un hospital de discos duros de confianza y por recomendación de un amigo.
Después de unas semanas me dijo que no funcionaba y que quizá había quedado inservible y, por lo tanto, adiós material.
¿Las razones? El disco duro se imantó con los detectores de metal en los aeropuertos, pasé al menos por seis durante todo mi viaje. Algunas personas me dicen que hay forma de indicar sobre la existencia de equipo delicado en mi equipaje para evitar que lo pasen por ahí.
Una variación en el voltaje pudo dañarla durante su uso, no recuerdo haber detectado alguna pero no estoy pendiente de ello.
El adaptador que usé para enviar la información lo dañó.
Todas me suenan completamente posibles y hoy el único aprendizaje que tengo es: no importa cuánto tenga que gastar en internet, todo lo quiero mantener en la nube.
Fueron horas de grabación, días de planeación y en resumen, trabajo que hoy no puedo recuperar de ninguna manera. Los recuerdos nadie me los quita, eso sí, pero duele, invariablemente duele.
Así que empecemos a escribir lo vivido, esta forma de comunicarnos también es muy valiosa.